EL DEPORTE JUVENIL DE LUTO

No hay consuelo posible para el conjunto de voleibol femenino Emevé de Lugo. Ni para el equipo, ni para sus familias, ni para nadie que pueda comprender el impacto emocional de un accidente de tráfico que involucra a un club deportivo de chicas muy jóvenes -entre 15 y 22 años- en el que dos de ellas resultaron muertas, dos más están muy graves, y todas sin excepción, así como sus acompañantes adultos, sufren heridas, sobre todo por cortes.

Regresaban de Canarias, donde habían quedado segundas en el campeonato de España juvenil, y aterrizaron por la mañana en Lavacolla cansadas pero felices tras un viaje que no olvidarán. En el exterior de la terminal les esperaba un minibús de la compañía lucense Bernardo, un Iveco Wings que llevaba siete años en la carretera, y el chófer, un experimentado profesional, según fuentes de la empresa.

Pasaban diez minutos del mediodía. La intención del grupo era llegar cuanto antes a Lugo para poder ver el partido de los chicos del club, que jugaban un poco más tarde. Pero el viaje se truncó a escasos 1.100 metros del aeropuerto. A las 12.12, el minibús enfilaba el ramal de dos carriles por sentido y limitación a 80 kilómetros por hora que comunica el aeródromo compostelano con la autovía que va hasta Santiago o que permite tomar la carretera de Lugo.

Un despiste, o velocidad excesiva, o ambos ingredientes a un tiempo -según apuntó Tráfico-, provocaron que el vehículo iniciara una larga frenada antes de impactar contra el muro de hormigón que protege el interior de la rotonda que distribuye el tráfico. En el momento del choque, que se produjo contra el lateral izquierdo del minibús, tres de las chicas, que no llevaban cinturón salieron despedidas del interior, mientras que el vehículo se deslizaba fuera de control tambaleándose hacia el exterior de la rotonda, sobre la que quedó apoyado.

Uno de los cuerpos que quedaron sobre la calzada era el de Aida Cela, de 18 años, todavía viva, y las otros dos eran compañeras del equipo, que fueron trasladadas al Clínico con graves traumatismos craneoencefálicos. Avanzada la tarde, se supo del fallecimiento de Iris Arias, también menor.

Las primeras ambulancias llegaron al lugar del suceso, a diez kilómetros de la capital, a las 12.22, y enseguida asumieron una situación que desbordó a los vecinos del lugar y automovilistas, impresionados por el panorama con el que se encontraron. Intentaron reanimar a Aida durante varios minutos, pero falleció. Su padre, que viajaba como tutor de la expedición junto a otros cuatro adultos, solo pudo sentarse al lado de su hija, ya tapada con una manta, y con entereza, ensangrentado, inició una larga serie de trágicas llamadas telefónicas.

Tras las ambulancias y los agentes de Tráfico llegó el helicóptero medicalizado (a las 12.33) y los bomberos de Santiago, que tenían trabajo por delante. Lo primero que hicieron fue asentar el minibús para poder extraer del interior a cuatro chicas atrapadas. Tres de ellas estaban conscientes y, tras retirar algún hierro y varios asientos, fueron capaces de inmovilizarlas y trasladarlas en camillas hacia el enjambre de ambulancias que ya poblaban el lugar del siniestro.
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