El Rosario Central, previéndose lo que se avecinaba, decidió solicitar protección policial a la Federación Catalana. Ésta accedió al envío de un delegado federativo y solicitando a los Mossos que estuvieran presentes. Sin embargo no hubo rastro de la policía autónomica ni siquiera durante los violentos acontecimientos.
Los hechos sucediroen mediada la segunda parte, cuando el equipo de los Boixos iba perdiendo. Dos jugadores de Rosario central amagaron con abandonar el partido por los constantes insultos recibidos y por la violencia empleada por sus rivales.
A raíz de eso, se empezó una tangana entre los jugadores. En la grada había más Boixos Nois, que de inmediato se acercaron a los coches en los que habían acudido al terreno de juego para hacerse acopio de bates de béisbol y empezar la sangrienta paliza.
La historia terminó con diez jugadores argentinos en el hospital. Uno de ellos con los dientes destrozados, otro con la cara rota por varios sitios y el más grave de ellos, con puntos de sutura por toda la cabeza, con la oreja casi desprendida y graves problemas de audición.
El árbitro, de nacionalidad peruana, se encerró para no ser agredido y un amigo que lo acompañaba grabó los incidentes. Las imágenes fueron requisadas por la Policía para abrir una investigación.
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