No fue la gloria, fue el éxtasis. No fue el oro solamente, fue la manera de ganarlo. No fue un triunfo más; fue la victoria ante un rival que llevaba el camino de convertirse en la bestia negra de España.
Casi como la otra vez, cuando hace ocho años España ganó a Croacia en
aquella final histórica. Y botó el Sant Jordi, y botó España entera
representada en los 12.000 seguidores españoles, catalanes, madrileños,
vascos, asturianos…de todos los rincones del país que disfrutaron en
directo de la fiesta de las fiestas.
La primera mitad fue memorable. Para guardarla y repasarla cada vez que un aficionado español quiera darse una alegría. Inimaginable que en media hora España le pudiese sacar ocho goles de renta a Dinamarca. El portero danés, paraba; Sterbik,
no, sólo lo justo para un portero de su clase, porque Sterbik no
detiene balones, él intimida a los rivales que convierten situaciones de
ventaja en errores. Y a partir de la portería, y con una defensa de 6-0
espectacular, con movilidad, con ayudas y con colaboración, Cañellas, Guardiola y Morros, formaron un muro alto, grande, poderoso, sin fisuras.
No era fácil superar a España, que, además, volaba, corría a la
velocidad del rayo, se adelantaba a las jugadas de ataque de Dinamarca,
recuperaba balones y llevaba a los nórdicos con la lengua fuera.
El vendaval de España, que empezó con Cañellas y Antonio García en la primera línea, y con Rocas
en el extremo, en una demostración de que en la Selección todos son
reemplazables y útiles, tomó cuerpo muy pronto (3-0), y mediada la
primera mitad comenzó el goteo, incluso ganando las inferioridades.
Pronto se llegó a los cuatro de renta, a los seis, a los ocho. La poderosa Dinamarca parecía anestesiada.
Perdía balones, no corría, sin reacción posible. No encontraba su juego
pese a utilizar a tres hombres en la posición de central. Ulrik Wilbek
mandaba cambios, rotaciones. Nada. Imposible. Los Hispanos eran imparables (18-10) cuando acabó la primera parte.
Luego Sterbik dijo que le tocaba parar, que no sólo
está para intimidar. Y con un porcentaje de casi un 80 por ciento en 15
minutos, acabó con las tímidas esperanzas danesas. Cedió dos goles en
quince minutos, tapó los uno contra uno, y cuando Valero le sentó con
33-16 en el marcador, el Palau se levantó rendido a sus paradas, como a
los goles de un inmenso Cañellas o de un espectacular Aguinagalde, o de un extremo como Rivera que ayer justificó de una vez para siempre por qué su padre le convoca.
Los minutos de la basura, los últimos diez. Valero utiizó a todos sus hombres para que firmasen el oro con una victoría récord,
porque hasta ahora la máxima ventaja en una final de un Mundial era de
10 goles, en 1958 (22-12, de Suecia sobre Checoslovaquia). Desde este
partido los libros recogerán que España tiene la diferencia récord.
Noticia: http://masdeporte.as.com/masdeporte/2013/01/27/balonmano/1359310800_000613.html
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