- El Supremo cuestiona los contratos de los clubes de fútbol con sus jóvenes promesas
- Las canteras se han convertido en un negocio más
- La FIFA veta a seis menores de La Masia
Si un niño aspira a ser futbolista en España, probablemente no exista
mejor sitio que La Masia, la cantera del Barcelona. Por lo que ofrece
como escuela y, sobre todo, por el horizonte real que supone llegar al
primer equipo: 23 futbolistas formados en las categorías inferiores han
debutado en los últimos cinco años en el Barcelona. No hay mejor imagen
de eso que la de Reina, Valdés, Piqué, Puyol, Xavi, Iniesta, Cesc y
Pedro celebrando el Mundial de España. Otros muchos, la mayoría, se
ganan la vida en equipos menores, en la Liga o en el extranjero.
Pero en ese paraíso que le cuesta al club 15 millones anuales se han abierto recientemente dos grietas legales. El mes pasado una sentencia del Tribunal Supremo sobre el llamado caso Baena tumbó la forma en que el club intenta retener a sus jóvenes futbolistas por considerar abusivo el contrato que les hace. Y la FIFA ha prohibido al Barça alinear a seis jugadores cadetes e infantiles
por vulnerar las normas de traspasos de menores de edad. Ambas
decisiones reabren un viejo debate que afecta no solo al Barça, sino a
todas las canteras: cómo proteger el fútbol base sin lesionar los
derechos de unos chavales que hacen lo que más les gusta en el mundo y,
al mismo tiempo, forman ya parte del gran negocio del fútbol. A esa
protección no siempre, ni mucho menos, contribuyen los progenitores,
deslumbrados por la posibilidad de que los menores les solucionen la
vida.
Aunque en España la edad mínima para trabajar son los 16 años y la
FIFA prohíbe que los menores de 18 suscriban contratos de más de tres
años de duración y solo permite su traspaso a clubes de otro país en
situaciones excepcionales, son muchos los pequeños futbolistas captados
por los ojeadores de los equipos a edades más tempranas, incluso a los
ocho o nueve años. “A los más pequeños es más fácil fidelizarlos porque
los padres no son tan valientes y se resisten a que cambien de ciudad”,
dice Pablo Blanco, coordinador de escalafones inferiores del Sevilla y
exjugador del mismo equipo, al que llegó cuando era un juvenil. Pero a
partir de los 11 o 12 años “todas las canteras meten mano en otras
canteras”, como resume de forma gráfica un abogado y reconocen en
algunos equipos.
Los clubes invierten mucho dinero en sus jóvenes promesas y quieren
recuperar esa inversión, básicamente asegurándose de que el jugador no
se irá a otro club simplemente dando las gracias cuando está a las
puertas del primer equipo. Por eso intentan blindar a sus jugadores con
fórmulas más o menos sofisticadas. Pagándoles los estudios, casa y
comida y facilitándoles material deportivo y una gratificación mensual,
que en el Sevilla es de hasta 500 euros a partir de los 14 años —y
crecen según asciende el chico— y en el Athletic llegan a los 600 en el
caso de los mejores de 16 años. Estas cantidades parecen migajas al lado
de los 4.000 euros que recibe el padre de un talento andaluz que juega
en el Málaga. “Cuanto más pequeño es el club, más pagan a los padres”,
asegura un agente que ha firmado contratos de menores con la mayoría de
equipos de Primera.
En las oficinas del Camp Nou encontraron hace más de una década la
fórmula perfecta para atar a sus promesas, tanto que la copiaron muchas
otras canteras españolas. Es la que utilizaron con Raúl Baena, que hoy
tiene 24 años y juega en el Espanyol.
Baena empezó en el Faro de Torrox, el club de su pueblo, y a los 11
recaló en el Málaga. Dos años después le tentó el Barça y sus padres no
dudaron. Para sellar su entrada en La Masia, el 22 de abril de 2002, los
señores Baena firmaron junto a su hijo, que entonces era un escolar de
13 años, tres documentos. El primero era un contrato de jugador no
profesional, en el que el pequeño jugador se comprometía a integrarse en
la escuela del Barça y a cambio el club le garantizaba “estancia y
manutención”, estudios, viajes a casa y una “compensación mensual para
gastos”. Si Baena rompía este acuerdo para irse a otro club debería
pagar una indemnización de 30.000 euros.
El segundo documento era un “precontrato de trabajo” de 10 años de
duración que establece cuándo y cómo se convertiría en profesional, como
tarde a los 18 años. Se adjunta también el contrato en sí, que señala
lo que cobraría en cada categoría e implica la cesión de sus derechos de
imagen. La fecha de ese documento, que recoge una penalización de tres
millones de euros “actualizados con el IPC”, va en blanco porque se
rellena en el momento en que el jugador se convierte en profesional.
Esa cantidad “decidida libremente por las partes” es lo que reclamó
el Barcelona al jugador en los tribunales cuando este fichó por el
Espanyol en 2007. El Supremo considera nulo el precontrato y la
penalización que incluye, que ascendía a 3,489 millones de euros,
“porque vulnera el interés superior del menor”.Se excedieron en su representación
Para Ricardo Morante, de Ejaso Estudio Jurídico y abogado del
jugador, se trata de “un contrato absolutamente ilícito porque coarta la
libertad del menor para decidir su futuro, con una cláusula ilegal por
desproporcionada”.
¿Y los padres que también firmaron el contrato? “Se excedieron en su representación”, explica.
“Lo que dice la sentencia es que los padres pueden decidir sobre el
presente de sus hijos, no hipotecar su futuro”, resume Antonio Sempere,
de Gómez-Acebo & Pombo y catedrático de Derecho Laboral. O sea, que
los clubes pueden firmar lo que quieran con los padres, pero el chaval
será libre de tomar sus decisiones desde los 16 años. Y son chavales
que, en muchos casos, ya tienen agente.
La batalla que ha perdido el Barça cambia el panorama porque muchos
clubes hacen algo similar, confirman agentes y abogados. “Nosotros
tenemos algo parecido, pero solo en el caso de los mejores jugadores;
además, ni duran tanto ni los firman tan pequeños ni la indemnización es
tan alta”, dicen en el Villarreal.
No hay números oficiales del alcance del problema, pero sí algunas
pistas: en la documentación aportada por la Liga Nacional de Fútbol para
distintos juicios se asegura que desde 2004 y hasta 2008 se registraron
152 contratos de este tipo: 114 de ellos tenían penalizaciones de tres
millones de euros o más (hasta de 15 millones, aseguran) y otros 38
imponían castigos más pequeños. Los de la FIFA hablan de un fenómeno
europeo: en 2011 se registraron en el sistema de la organización 13.000
traspasos o inscripciones de menores de 18 años. De los 1.500 que
solicitaron autorización de la FIFA, el 55% tenían entre 12 y 15 años.
No está claro, sin embargo, en qué sentido cambiarán las cosas tras
el varapalo del Supremo. “No lo harán tanto”, aseguran en el Barcelona,
cuyo departamento jurídico, tras consultas externas, cree que la
situación no es preocupante. “Tocaremos un par de cosas y resuelto”,
dicen las mismas fuentes, sin precisar en qué sentido.
La propia sentencia apunta una posibilidad: exigir que este tipo de
contratos se hagan bajo supervisión judicial, algo que muchos en el
sector no ven factible. Otra sería hacer a los chavales renovar de forma
periódica el consentimiento, apunta un abogado. O, cumpliendo al pie de
la letra el espíritu de la sentencia: ofrecerles contratos de formación
hasta los 16 años y asumir el riesgo de que luego se marchen, como
aseguran que hacen en el Sevilla. Para Juan de Dios Crespo, experto en
Derecho Deportivo y asesor del Villarreal en estos temas, “lo que no hay
que hacer son contratos genéricos, sino uno a uno, y ajustar las
penalizaciones a la realidad”.
Tal vez la solución sería que los clubes y la federación pactaran las
indemnizaciones a pagar si un equipo roba un chico a otro. “Lo ideal
sería que hubiera un baremo”, asegura el directivo del Sevilla,
consciente de la realidad: “El Barça tiene una política muy agresiva en
la captación. Todos la tenemos, cada uno en nuestro entorno, pero el
Barça por su fama y las condiciones que ofrece tiene más atractivo”.
El directivo del Sevilla pone el ejemplo de los cuatro canteranos que
han dejado en los últimos tiempos el club para instalarse en La Masia.
El más pequeño de ellos jugaba en el equipo alevín (categoría para los
niños de 10 y 11 años) y fue una de las imágenes de la inauguración de
la nueva Masia a finales de 2011. No es un caso aislado. El Villarreal
también tiene un conflicto con el Barça por un portero infantil (12 y 13
años). Por eso hay equipos que imponen cláusulas anti-Barça o
anti-Madrid, tratando de protegerse del bocado del pez grande. En el
caso del Barça, el peligro llega de Inglaterra. “Contra 200.000 euros
por cuatro años es difícil competir por mucha Masia que ofrezcas”, dicen
en el club.
Hasta la sentencia de Baena, el caso de referencia era el de Fran
Mérida, que dejó La Masia para seguir los pasos de Fábregas en el
Arsenal. Le faltaban seis meses para cumplir 16 años cuando comunicó al
club que no firmaría el contrato profesional y se fue a entrenarse en el
equipo del barrio de Arriznavarra, en Vitoria, sin ficha federativa.
Una argucia legal que no le sirvió de mucho. El Arsenal terminó pagando.
Cambie lo que cambie después de la sentencia, y nadie quiere dar
detalles porque como buen negocio cada empresa guarda celosamente su
estrategia, el peligro es que los clubes dejen de invertir. “Si lo tocan
mucho, ¿quién querrá gastar dinero en formar niños de los 12 a los 16
años?”, se preguntan algunos. “La sentencia resuelve bien un caso, pero
no el problema de la cantera, porque estas hacen una inversión
importante y tienen que ser compensadas. Debe haber un equilibrio”,
asegura Sempere. El Tribunal de Luxemburgo ya se pronunció en un sentido
similar con el francés Bernard.
El Supremo ha reabierto con su decisión otro viejo dilema, el de si
los niños deportistas deben tener una consideración especial por lo
precoces y cortas que son sus carreras
Este aspecto lo puede resolver el Gobierno si decide rebajar la edad
laboral de los deportistas a los 14 años, pero esto iría en contra de lo
que defienden la FIFA y las instituciones laborales. Ajenos a todo
ello, cientos de niños sueñan con una plaza en La Masia. El negocio
continúa.
Las normas
Edad mínima legal para trabajar: 16 años (artículo 6 del Estatuto de los Trabajadores). Como excepción, se les permite participar en espectáculos y siempre que no suponga peligro para su salud ni para su formación y con previa autorización administrativa.Normas federativas: La FIFA establece que los menores solo pueden firmar contratos a partir de los 16 años y con autorización de sus padres. Hasta los 18 años, el máximo es de tres años. También prohíbe los traspasos internacionales de menores salvo por cambio de residencia de los padres por trabajo (no vinculado al fútbol); entre los 16 y 18 años dentro de la UE y siempre que el club garantice su educación y bienestar; y si el jugador vive a 50 kilómetros o menos de la frontera y el club está a idéntica distancia.
Derecho de retención. En España se reconoce el derecho de retención de los cadetes (entre 12 y 14 años) si el club tiene equipo juvenil (16 a 19).
Noticia: http://sociedad.elpais.com/sociedad/2013/04/01/actualidad/1364846120_892250.html
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