La prohibición del cannabis, según muchos críticos de la vertiente
moralista de la legislación mundial antidopaje, solo servía para que los
laboratorios perdieran el tiempo e hincharan sus estadísticas, para que
las autoridades políticas pudieran seguir cantando aquello del deporte
como escuela de comportamiento y para arruinar la vida a algunos
deportistas que se fumaron un porro y no por ello mejoraron su
rendimiento (aunque posiblemente sí su bienestar).
De todo ello se puede hablar ya en pasado, pues la Agencia Mundial
Antidopaje (AMA) ha decidido si no legalizar completamente sí al menos
aumentar el nivel de tolerancia del tetrahidrocannabinol (el principio
activo de la planta Cannabis sativa, de la que se derivan la
marihuana y el hachís) en aras, sobre todo, de una mayor eficiencia. A
partir de ayer mismo, el límite de detección necesario para dar un
positivo de marihuana fijado hasta ahora en 15 nanogramos por mililitro
de orina se multiplica por 10, hasta 150 nanogramos por mililitro. Con
esta medida descenderá espectacularmente el número de positivos ligados
fundamentalmente al uso recreativo de la sustancia, y no al deportivo,
que en 2011, según las últimas estadísticas, fue de 445 en todo el mundo
(un 8% de todos los positivos, el tercer grupo con más casos, después
de los 3.325 positivos por anabolizantes y 718 por estimulantes. Por EPO
y factores de crecimiento solo hubo 125 casos).
“Con la elevación del umbral de detección ganaremos tiempo para
concentrarnos en la búsqueda de sustancias más importantes”, dice Jesús
Muñoz Guerra, director del laboratorio antidopaje de Madrid, quien
admite que aunque sí que ha habido casos en que detectaban cantidades de
cannabis superiores a los 150 nanogramos, la mayoría de los positivos
que ha cantado su laboratorio era por cantidades inferiores, lo que
hacía pensar que el consumo se había producido en días anteriores al
control. Incluso, tan bajo era el umbral de 15 nanogramos, que algunos
positivos quedaban explicados por la inhalación accidental del humo de
algún porro fumado por otras personas.
Estos hechos generaban
múltiples problemas, ya que el cannabis solo está prohibido en
competición (por sus presuntos efectos relajantes que tanto se buscan en
deportes de precisión) y no se busca en los controles por sorpresa.
Aunque la sanción por dopaje por cannabis nunca alcanzaba los dos
años estándar fijados para las sustancias clásicas (EPO, testosterona) y
consistía normalmente en una mera amonestación o tres meses como
máximo, la mala publicidad inherente a un positivo y el escándalo social
que de vez en cuando le acompaña han contribuido a marcar la carrera de
algunos grandes deportistas. Además, un positivo por un porro cuenta
como antecedente para agravar una segunda sanción en caso de
reincidencia.
El gimnasta español Gervasio Deferr, por ejemplo, ganó múltiples recriminaciones y sermones y perdió una medalla de plata en suelo de un Mundial,
un oro en Copa del Mundo y varios miles de euros en premios y en beca
no percibida tras ser suspendido tres meses por un positivo por cannabis
en octubre de 2002. Otro caso que generó titulares grandes y dolor para
su protagonista fue el del portero del PSG Bernard Lama, positivo en
febrero de 1997. Considerado en aquellos momentos quizás el mejor
portero del mundo, Lama fue suspendido dos meses, el PSG no le renovó
(acabó en el West Ham), con lo que perdió su puesto de titular en la
selección francesa. Así, en julio de 1998 contempló desde el banquillo
cómo su sustituto bajo los palos, Fabien Barthez, se convertía en el
gran ídolo (y su calva en el amuleto de sus compañeros) tras ganar Francia en París su Mundial.
Noticia: http://deportes.elpais.com/deportes/2013/05/13/actualidad/1368470502_522827.html
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