Pietro Mennea, la flecha del sur

Antes de Usain Bolt fue Michael Johnson y antes fue Pietro Mennea y antes aún Tommie Smith. Son el linaje de los 200 metros. Los cuatro últimos plusmarquistas mundiales, lo que dan de sí 64 centésimas de segundo, 40 años: entre los 19,83s de Tommie Smith cuando México 68 y el black power y los 19,19s de Bolt cuando Pekín 08 y el dance hall. Y entremedias, los 19,32s de Johnson en Atlanta 96 y, además, destacando por su rareza entre todos los gigantes del sprint, un blanco diminuto para los cánones de la velocidad y la curva (1,77 metros), llegado de lo más profundo del sur de Italia, de Barletta, en la Puglia, al comienzo del tacón de la bota, blancas playas del Adriático, llamado Pietro Mennea, quien en la final de la Universiada de 1979, cuando contaba 27 años, alcanzó la plenitud máxima, un privilegio que pocas personas tocan en su vida, cuando corrió los 200 metros en 19,72s, un récord que duró 17 años, el más longevo en la historia de los 200 metros. Lo hizo en la pista del Estadio Olímpico de Ciudad de México, el mismo lugar en el que 11 años antes Smith, enormes piernas, gran zancada, había emocionado al mundo, un mundo que hoy recibió como una conmoción el anuncio de la muerte de Mennea, a los 60 años en una clínica de Roma (y en Italia, donde era considerado el mejor atleta de su historia, con una gran tristeza, pues también se le admiraba enormemente como persona, como político, como hombre).

Le llamaran la flecha del sur, le consideraron el atleta que desmitificó la velocidad, que demostró que con unas buenas condiciones de partida se podía correr más que nadie, aunque se fuera pequeño, blanco, italiano. Mennea comenzó jugando al fútbol (en Barletta en los años 60 no había pista de atletismo: cuando la construyeron, muchos años más tarde, Mennea le rindió homenaje corriendo los 200 metros a nivel del mar en 19,96s) hasta que el entrenador se quedó admirado de su velocidad, de su sistema nervioso excepcional que le permitía una velocidad de zancada increíble, y a los 18 años lo llevó al centro de alto de rendimiento de Formia, junto a Roma, donde comenzó a entrenarlo el que sería su entrenador de toda la vida, Carlo Vittori. Entre ambos afirmaron con hechos la verdad de un razonamiento que contradecía lo que se estilaba, aquello de que un velocista nace, es un fenómeno, y no necesita entrenarse para correr más rápido que nadie. “Pietro demostró”, dice Vittori mientras llora su desaparición, “que un entrenamiento metódico, meticuloso, puede hacer mejorar a todos. Era perseverante y testarudo, un martillo neumático que machacaba y machacaba. Una máquina humana en el sentido pleno del término, con temperamento y carácter”.

Su obra maestra en la pista fueron los 19,72s de 1979, pero Mennea también fue campeón olímpico de los 200 metros en Moscú 80. En ambos casos, sus carreras estuvieron rodeadas de circunstancias extraordinarias. Para el récord del mundo se cumplieron, lo que solo pasa una vez entre un millón, las condiciones ideales: la altitud de México (2.300 metros), que favorece los esfuerzos explosivos y la velocidad pues hay menos resistencia del aire; un viento a favor de 1,8 m/s en la recta y un aire eléctrico, de tormenta que se va preparando y que estalló poco después tremenda. “Fue la carrera perfecta”, relata un testigo presencial, Robert Parienté en su Fabulosa historia del atletismo. “Después de una curva de una limpieza emocionante, Mennea, por la calle cuatro, la calle que más le gustaba, su calle, parece volar sobre el tartán y no se para inmediatamente después de cruzar la meta. Invadido por la ebriedad de su propia velocidad no corta su esfuerzo hasta después de haber dado 10, 12 zancadas más como para prolongar la irresistible sensación de perfección que vive”. En los Juegos de Moscú 80 se benefició Mennea del boicot de Estados Unidos, pero aun así fue capaz de derrotar en la final por la calle 8 a su rival europeo de toda la vida, el escocés Allan Wells, y al jamaicano Dan Quarrie.

Antes de Mennea fueron Hary, Berruti y Borzov, otros blancos veloces. Berruti, también italiano, fue campeón olímpico de 200 metros en los Juegos de casa, los de Roma 60. Aún está vivo y así recordaba, con dolor, a su heredero, muerto antes: “Pietro fue un asceta del deporte, un himno a la resistencia, a la tenacidad y al sufrimiento. Entre nosotros se podría decir que se dio una relación dialéctica. Para él, el atletismo era un trabajo, para mí una afición; él era pragmático, yo idealista. Él sería Aristóteles, yo Platón”.

Casado con Manuela Olivieri, licenciado en derecho y en Ciencias Políticas, Mennea fue también eurodiputado socialdemócrata, inspirador de leyes contra el dopaje en Italia, profesor universitario y director general de la Salernitana, el equipo de Salerno. Siempre guiado por su magnífico sistema nervioso, por su sentido de la responsabilidad, siempre veloz. “Troppo veloce” (demasiado veloz), como le llora ‘La Gazzetta dello Sport’.

VÍDEO:
http://www.youtube.com/watch?feature=player_embedded&v=qjTLF9aw6kw



Noticia: http://deportes.elpais.com/deportes/2013/03/21/actualidad/1363860262_148087.html

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